/LA ULTRANATURALEZA SALVAJE DE ANA DONAT/ por MARISOL SALANOVA/
Ana Donat (Valencia, 1966) es una artista multidisciplinar que lleva tiempo trabajando en varias líneas conceptuales que permiten reflexionar sobre el medio natural donde nos
encontramos a partir de hibridaciones imaginadas cercanas a la ciencia ficción. Sensible a su entorno, empática, viajera y experta en botánica, su obra siempre contiene un trasfondo
ecológico y diferentes mensajes de respeto, conservación y necesaria aproximación al paisaje. Visitar su estudio próximo al Bulevar Sur de Valencia es adentrarse en un sinfín de
universos paralelos atractivos y electrizantes. La artista, que acaba de inaugurar en la Sala de Exposiciones Josep Renau de la Facultad de Bellas Artes de su ciudad en el marco de
una colectiva que finaliza el 12 de julio de 2015 titulada Trazo Urbano y comisariada por
Juan Bautista Peiró, imparte paralelamente cursos y talleres de Arte y Restauración Paisajística, Creatividad y Medio Ambiente. En el año 2013 recibió una beca para la Résidence
d´Artistes Ifitry, Centre d ´Art Contemporain Essaouira en Marruecos para producción artística del desarrollo del proyecto SAVAGE-SAUVAGE que se pudo ver en la Bienal Internacional de
Casablanca 2014.
En su estudio sigue trabajando a diario enfrascada en nuevos proyectos y uno de ellos llama especialmente la atención, se trata de ULTRANATURE (2013-2015). Compuesto de multimedia y
esculturas la serie plantea la aparición de una nueva generación de organismos, a saber, semillas-plantas-flores, virtuales a los que ella da vida generando una naturaleza artificial
mediante materiales cerámicos, resinas, lacados, vidrio, madera, con un acabado muy orgánico e inquietante. Está centrada en la posibilidad de nuevos ecosistemas artificiales que
podrían darse como reacción a toda la polución que existe, con sus propios sistemas de organización y sus diferentes códigos genéticos. Las piezas, complejas en concepto pero
sencillas, sinuosas y atrayentes a la vista tienen un desarrollo infinito, fractal. Recuerdan a raíces, ramas de flores y semillas blancas en permanente metamorfosis. La artista
inventa, modelando, una posible cepa alterada de determinados tipos de semillas reales que conoce y cuyo tamaño aumenta en madera para después lijar esa madera, pulirla, escanearla y
trabajar sobre un prototipo virtual, no a la inversa como suele suceder, mezclando el modelo virtual y el real, confrontando la escala humana y la escala de esta naturaleza artificial
hipotética e inquietante.
La naturaleza transformada, defendiéndose de agresiones externas, hibridándose y derivando en formas imposibles y a la vez cercanas, es el proceso de transformación que Ana Donat
propone para sumergir al espectador en un viaje en el que descubrir especies de plantas futuristas, semillas transgénicas subversivas, nacidas en lugares contaminados, yermos,
baldíos… ¿Hacia qué nos lleva esto? La artista fantasea con que estas nuevas especies sobreviven incluso a nosotros mismos o tratando de integrarse ente nosotros los seres humanos
porque resisten lo indecible. Ella, que anteriormente ha trabajado también en torno a los vertidos tóxicos en mares y océanos, sabe bien que la naturaleza se abre paso. Así, idealiza
a estas criaturas a las que da vida como organismos biomecánicos capaces de funcionar a modo de filtro para sí mismos y que de manera espontánea purifican aguas contaminadas.
Mapas con geolocalizaciones acompañan a las esculturas que, como si se tratase de objetos de ingeniería industrial, quedan retratados en imágenes fotográficas en escenarios reales,
insertas en paisajes, fingiendo haberlas encontrado ahí, en su hábitat, nuestro hábitat, vivas, resistiendo, contribuyendo a que el mundo siga su curso. La artista se pregunta
constantemente si en biología las mutaciones genéticas son generadas por el azar. Su serie ULTRANATURE, inédita y a la espera de ser mostrada en público, es un
experimento mental llevado a la práctica artística. “La mutación puede generar alelos, aleatoriedad, que impacten de manera positiva sobre el organismo para desempeñar sus actividades
de supervivencia y reproducción que los genes mutados confieren a los individuos que los poseen. Normalmente las características de un organismo se deben a la genética y al
entorno, pero, ¿También las recombinaciones genéticas son obra del azar? Lo que yo creo son formas basadas en la naturaleza pero desarrolladas sensitiva, espontánea, orgánicamente.
Actúo dirigida por recuerdos de formas almacenados en la memoria, por significados escondidos o subterráneos” explica Donat.
All images courtesy Ana Donat
Ana Donat, boceto en proceso serie Ultranature, técnica digital, malla metálica y madera, medidas variables, 2013-2015.
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a digital platform created to spread and promote the work of emerging and established contemporary Spanish artists through a selection of curators. I've been honored to be among the selection of
artists chosen by the great writer, art critic and curator Marisol Salanova
ARTE PERIFÉRICO Martí Domínguez-El País-22 octubre 2014
Su obra denuncia una sociedad consumista y enferma. Ana lo recicla y lo incorpora todo, con
una intención sorprendente, en su obra .
Ana Donat hace un arte arriesgado y valiente. Combativo y fuerte. Un arte al límite de todo, de denuncia de una sociedad consumista y enferma, que todo lo manosea y todo lo deshace, y todo lo
acaba transformando en detritus, en montañas infinitas de desechos. Todo el material que se muestra en su obra proviene de la descomposición de este proceso capitalista: Ana lo recicla y lo
incorpora, con una intención sorprendente, en su obra. Todo le es aprovechable: plásticos, cartones, basura, botes, maderas, cuerdas ... Todo es reutilizable para su cosmos creativo y de
denuncia. Pero, al mismo tiempo, en medio de estos paisajes desolados, destrozados, por la apisonadora capitalista, Ana se emociona con la milagrosa floración de una planta, que crece entre toda
la basura. Y así, introduce en su obra aquella flor, o aquel fruto, como quien ha descubierto el lirio entre cardos, el tesoro del desierto de detritus. Su trabajo, pues, tiene, a veces, estos
ecos del naturalista que busca entre tanta destrucción el milagro de la vida.
Su estudio está situado en el barrio del Cementerio de Valencia, al final de la avenida de Gaspar Aguilar.
Alrededor de su planta baja abundan las funerarias y las floristerías. Y los descampados, baldíos, llenos de basura, de vegetación subespontánea, la que tanto fascina al artista: como un arbolito de
Nicotiana glauca, con las espectaculares flores amarillas campanuladas, o un rebrote de ricino, con las semillas tan características. "Has visto la belleza de la flor del Araujia sericifera?", Me
pregunta admirada, mostrándome unas fotografías. "Tengo todo el ciclo". El Araujo es una planta invasora, que se ha propagado muy rápidamente por los campos abandonados, y que ahoga la botánica
autóctona con sus matas enredaderas. Ana Donat saca la inspiración de esta vida periférica y suburbial, las recién llegadas especies botánicas, plantas invasoras, malas hierbas casi imposibles de
erradicar. "Me fascina como, entre tanta mierda, puede haber tanta belleza". Ana habla con vehemencia y entusiasmo: lleva el pelo rubio alborotado y una camiseta vieja de Russafart. "Ya no quiero
comprarme ropa: también voy reciclando". En el estudio se acumulan sus reciclajes, perfectamente ordenados: es una planta baja sin luz natural, "mi zulo trabajador, el útero creativo". Y allí, en el
ambiente oscuro pero a la vez acogedor, Ana trabajando las piezas, redescubriendo texturas, enfrentándose al nuevo uso de los objetos: "A veces pienso que tengo el síndrome de Diógenes", ríe
haciéndome el inventario de toda la chatarra que contiene. Tan sólo un par de butacas, también recicladas, dan una posibilidad para el descanso: eso sí, una está ocupada por libros y otros trastos.
Me obliga a sentarme en la que está libre, mientras que ella, agachada, sigue charlando.
Ahora prepara una importante exposición para Barcelona, donde mostrará una serie de obras tituladas "Territorios
Periféricos". Durante los últimos meses, Ana Donat ha visitado los barrios más periféricos de la ciudad de Valencia, los puntos donde se acaba la línea de metro y abundan los descampados. De cada uno de
los territorios ha elegido las piezas más significativas, los elementos más curiosos o evocadores. "Iba con mi carrito, parecía una chatarrera ... Y a veces me he metido en unos líos! Me ha
pasado de todo! Me he arriesgado mucho ". Aquellos barrios deprimidos pueden llegar a ser peligrosos, y su actividad (una mujer sola entre la basura) del todo incomprendida. Su trabajo contiene
también la labor del arqueólogo, que descubre un pedazo de cerámica, o del naturalista, que identifica una planta extraña, muchas veces también recién llegada. El resultado de estas
"expediciones" lo expone en unas cajas de metacrilato, con las piezas perfectamente trabajadas, que producen unos contrastes interesantes: un fragmento de cerámica, una llave oxidada, un ladrillo
de una barraca, unas flores de la pasión que crecen en una valla de una casa abandonada, unos capullos del escarabajo picudo ... "Míralos, estos capullos, son increíbles! Fíjate cómo están
hechos, como están cosidos ". Estos escarabajos son una plaga de las palmeras, pero una cosa no quita la otra. Esto le gusta, a Ana, estas contradicciones: la plaga salvaje, que asola nuestras
palmeras, fruto también del exceso capitalista, de las urbanizaciones fantasmas y de la destrucción del territorio ... Y, sin embargo, cuánta belleza que hay en la biología de este
escarabajo.
"Esta urna es del barrio de San Miguel de los Reyes. He puesto muchos sentimientos porque mi abuelo estuvo
encerrado una buena temporada ". Junto a los fragmentos del muro de la prisión, ha puesto cartas de presos, que le evocan al abuelo. También un diario personal de aquellos años, un manuscrito que
encontró en el contenedor. Junto con carnés de la falange, y otros símbolos de la posguerra franquista. Es una obra con un contenido impresionante, que a veces recuerda el universo de Carmen Calvo.
Reliquias del pasado, con un sustrato siniestro, pero que a la vez es cautivador y espolea la curiosidad.
Miré una de las mesas del estudio de Ana, donde reposa un volumen grueso de botánica. "A veces, los críticos me
acusan que mi obra tiene demasiado contenido, que es demasiado explícita ... Incluso que es muy divulgativa". Y pone en la palabra "divulgativa" todo el desprecio que puede. "Y no sé qué tiene de
malo que sea divulgativa, que tenga contenido, que tenga denuncia! Hemos vivido un tiempo de un arte demasiado convencional, demasiado decorativo, demasiado facil ". Estoy totalmente de acuerdo con
ella, y me imagino la maldad del crítico, atacando su obra porque es "un reflejo demasiado explícito de su tiempo". Quizás el crítico valore más una obra posmoderna y cosmopolita, de los que abundan
en las galerías, y que podemos encontrar en cualquier otro centro artístico del mundo. Ana Donat ha mantenido fiel a su estilo de denuncia: antes de esta serie "periférica" trabajó sobre la
contaminación en el mar ("el mar no es azul", me dice), y antes sobre la violencia y el uso de las armas de fuego ("el hombre es violento como el rosal tiene espinas: está en su naturaleza"). También
ha trabajado los bosques y su diversidad, y la urbanización de la naturaleza: la homogeneización de la naturaleza salvaje, lo que ella llama "el bosque encapsulado".
La conversación gira hacia Valencia, hacia su desgobierno, hacia los excesos (la F1 y la Copa del América, que
se muestran en su obra). Ana es muy crítica: quizá es de los artistas de su generación con un discurso más claro y combativo. Si en otros "Espacios de arte" constatábamos la actitud apolítica y
desmenjada de algunos artistas, sin duda este caso no lo es. En Ana todo es nervio, riesgo, pulsión ideológica. Evidentemente, las obras son potentes y bellas, he aquí el hecho artístico. Pero
siempre hay el alegato, el clamor, la alusión ecológica. Me muestra un gran tríptico, a la entrada del estudio. Lo ha hecho con elementos reciclados, plásticos, cartones sucios y posteriormente
tratados, moldes de hojalata ... El resultado es llamativo y poderoso. "El proceso de búsqueda de materiales es el que más me gusta. Descubrir cosas a las que nadie da valor y darte cuenta de que era
la pieza que te faltaba. Que esta encaja en tu obra ". Río, me mira y vuelve a reír.
Cuando salgo del estudio la noche ha caído por completo. Camino por su calle pensando en su obra y en la
dificultad que tiene hacer un arte tan reivindicativo. Durante todos estos años de crisis económica, Ana Donat ha mantenido fiel a su planteamiento, un planteamiento de denuncia que ella ya había
anunciado y denunciado durante el periodo de desenfreno y borrachera económica. Pienso en todo esto mientras avance por aquel barrio marginal y desestructurado, con mucha población inmigrante. Un par
de negros subsaharianos, con unas bolsas grandotas con productos de contrabando, hablan en una esquina de la calle, y un musulmán, con una barba rizada y larga, vestido con una chilaba de un blanco
impoluto, se cruza por delante de mí. Todo aquello también es fruto de la periferia, de las desigualdades sociales que genera Occidente en el mundo. Y también debería ser motivo de materia y de
reflexión artística, que los creadores trabajarían si no fuera porque, a veces, predomina más la estética que la ética. En la obra de Ana Donat ambas encajan y se potencian, y es precisamente esto lo
que hace su trabajo tan interesante, tan arriesgado, tan agudamente actual.
El ser humano vive marcado por un sentimiento dual que parece formar parte de su más íntima naturaleza. Sirva esta reflexión de tintes psicológicos para
introducir el trabajo creativo de esta singular artista multifacética e interdisciplinar.
Arte y técnica, cultura y naturaleza, creación y destrucción conviven entrecruzándose con la complejidad superpuesta, acumulativa, desbordada y reordenada
por la pasión de la artista y el tesón de la investigadora. Botánica, psicología, gestión, organización de recursos naturales y artes
plásticas son diferentes afluentes que terminan por confluir en el caudaloso torrente creativo que no ha dejado de manifestarse -constante y cambiante- desde finales de los años ochenta del siglo
pasado.
Sí materia viene de madera y cultura procede
etimológicamente de cultivo, no cabe ninguna duda que durante décadas Ana Donat ha interiorizado en planos muy diversos ese trasfondo estudioso de la naturaleza vegetal y exteriorizado -en fechas
y series más recientes- los lindes territoriales de lo urbano mediante análisis tan comprometidos como exhaustivos. Feliz simbiosis de
rigor científico y sensibilidad estética que fructifican en unas obras sólidamente estructuradas como series de casos de estudio y llamativamente organizadas como exuberantes y fértiles
agrupaciones de gran impacto visual.
En su trabajo, es
obligado consignar otro par de elementos -latentes y presentes- que giran de un modo complementariamente dual en torno a una misma idea fuerza. Por una parte, esa suerte de romanticismo urbano
post-industrial que se detiene en la resignificación de objetos, restos y vestigios encontrados enno lugares,en espacios urbanos abandonados y en proceso de reintegrarse en una nueva naturaleza híbrida, impura, confusa, contradictoria. Por otra, una sentida reivindicación del valor de la naturaleza marcada por la denuncia tenaz de la capacidad destructora del hombre, de la violencia
que demuestra a lo largo y ancho de geografías e historias.
Finalmente,
enfatizar algunos pares de opuestos inherentes a su personal traducción de esa dualidad a la que aludíamos al principio de este texto. Gesto y palabra, blanco y negro, materia e imagen,
bidimensionalidad superficial y tridimensionalidad del objeto.... Espacio hecho tiempo, caos hecho orden, archivo hecho futuro, territorio hecho sueño, acción hecha materia, realidad hecha
ficción. Si las estadísticas son registros a veces sorprendentes, los trabajos de Ana Donat son sorpresas registradas con la eficacia emocionante de la síntesis. Diversidad única de la naturaleza
siempre alejada de la uniformidad simplificadora y reduccionista del hombre desintegrado y desintegrador. Desde esta perspectiva cabe aproximarse a las acumulaciones nada caóticas de técnicas
diferentes, de materiales diversos; a las estrategias narrativas presididas por el principio collage y el uso del palimsesto, por la repetición formal, cromática, material, estructural, por las variaciones sobre un mismo tema; por la exploración no sólo de los mapas cercanos, sino también por la
profundización en los lejanos territorios simbólicos donde lo universal se filtra hasta
la raíz del individuo.
Juan Bta.
Peiró
Noviembre de
2014
MÈTODE-Revista de divulgación científica Universidad de Valencia- Martí Domínguez
Ilustraciones portada e interior del monográfico "Los Números de la Ciencia" Otoño 2014
El árbol de la vida. Naturaleza y espacios rituales
Jardín Botánico de Valencia
Inauguración: 12 de junio, 20 h
Hasta el 8 de septiembre de 2013
La exposición El árbol de la vida. Naturaleza y espacios rituales tiene como motivo establecer un diálogo entre el ente arbóreo y la práctica artística e incluye a un nutrido
y significativo grupo de autores que trabajan desde la conciencia ecologista. Consta de una muestra en la sala expositiva interior centrada en obra fotográfica, pintura, dibujo,
instalación y escultura. Y de una exhibición en los exteriores del Jardín Botánico que implica a una serie de artistas que trabajan el tema de arte y naturaleza, desde obra escultórica en
madera y otros materiales vegetales, reciclaje, intervenciones de land art, Yarn Bombing, hasta actividades performativas. De esta manera se abordará la entidad arbórea
desde diferentes técnicas plásticas y temáticas, donde tendrá lugar una visión del árbol como elemento referencial, icono simbólico y poético, la mirada crítica hacia la extinción de los
bosques, los incendios forestales y la pérdida de determinadas especies, así como la imbricación entre ciencia y arte a través de la dendrocronología, los mandalas y los diseños
morfológicos naturales. La propuesta se completará con actividades artísticas participativas el sábado día 22 de junio a las 11:00 horas. Con la exposición, con el árbol como eje central,
se pretende destacar la belleza natural de la diversidad vegetal y establecer la relación originaria del arte como ritualización de la Naturaleza.
Artistas: Ignacio Abella, Carmen García Gordillo, Mery Sales, Myriam Negre, Kaiko, Cristina Gil, Ana Donat, Josep Albert, Karina Vagradova, Victoria Cano, Josep Pedrós i Ginestar, Lucia
Peiró, Ximo Ortega Garrido, Susana Sánchez Marfil, Daniel Orea, Jose Plumed.
La herencia de los árboles
Jardí Botànic de la Universitat de València
Ciclo de actividades
Auditorio Joan Plaça del Jardí Botànic
C/Beat Gaspar de Bono, s/n. Valencia
6, 13 y 27 de marzo, y 17 y 25 de abril. 19 h.
El árbol no sólo es un ser vivo determinante para nuestra supervivencia en el Planeta, es un recuerdo vivo de la historia y las creencias de la humanidad, así como de su búsqueda espiritual.
La entidad arbórea es un símbolo que forma parte de un lenguaje primitivo y universal y es un medio para recuperar el antiquísimo legado de tradición oral, costumbres y mitos, que nos brinda
la posibilidad de comprender la evolución del ser humano. Nuestros antepasados honraban y mantenían un lazo con el mundo vegetal a través de ceremonias y rituales cíclicos, ofrendas, cantos y
ensalmos, para revitalizar y asegurar la prosperidad de la tierra, con la que vivían en simbiosis. El árbol es templo, escuela, referente de sanación natural, centro de cosmovisión chamánica
y fuente de inspiración artística. Por eso proponemos un enfoque del árbol desde disciplinas como la botánica, la arqueología, la antropología, las religiones comparadas, la literatura y el
arte. Porque el árbol es la puerta de entrada para descifrar los misterios de la naturaleza y del alma humana.
Montserrat Hormigos Vaquero
CONFERENCIAS
-Lo que los árboles nos susurran (Montserrat Hormigos Vaquero, creadora y comisaria del proyecto La herencia de los árboles). El culto al árbol es primitivo y universal y se encuentra en
tradiciones como la greco-romana, celta, germana, escandinava, nórdica, china, maya, africana y de los indígenas de América. El árbol como símbolo aparece a lo largo de la historia: el Árbol
de la Vida (cosmovisiones del origen), el Axis Mundi (el centro del mundo chamánico), el Árbol de Conocimiento (árboles oráculo y árboles del concejo). El estudio del tótem arbóreo refleja
como la biodiversidad es interiorizada en las prácticas culturales y sagradas. Proponemos un estudio del árbol desde enfoques como la antropología, la mitología, la literatura y el arte, y
como medio para recuperar el antiquísimo legado de tradición oral, cuentos, costumbres y leyendas. (6 de marzo).
-El Árbol de la Vida en las tradiciones nativas americanas (Pablo Miztli, miembro del consejo de la Búsqueda de Visión y Danza del Sol del Fuego Sagrado de Itzachilatlan). Los rituales
místicos y animistas donde el ente arbóreo juega un papel fundamental a nivel físico y simbólico es un fenómeno que atraviesa continentes, tribus y eras históricas. El pueblo Lakota,
indígenas del continente americano, tiene como eje vertebral de sus más poderosos ritos iniciáticos, la Búsqueda de Visión y la Danza del Sol, al Árbol Sagrado. Se trata de rituales que
sirven para unir a la comunidad, orar por los antepasados y las nuevas generaciones, renovar el ciclo de la vida y recuperar la memoria de vivir en armonía con la Madre Tierra. De este modo
el árbol se yergue como símbolo ritual dominante que representa la sagrada continuidad del mundo espiritual, físico, metafísico y cósmico. (13 de marzo).
-Árboles y motivos vegetales en la prehistoria de la Península Ibérica (Rafael Martínez Valle y Pere M. Guillem Calatayud, Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns Culturals de
la Generalitat Valenciana). A partir de las representaciones de árboles y de otros motivos vegetales en conjuntos de arte rupestre y en piezas de arte mueble prehistórico de la Península
Ibérica se analiza la visión del árbol en las sociedades de cazadores-recolectores y en las primeras sociedades productoras de alimentos. Este acercamiento penetra en la concepción del mundo
de las sociedades de cazadores-recolectores, que preferentemente se desarrolla en una cosmología animista, y en el de las primeras sociedades productoras de alimentos, inmersas en un proceso
de domesticación de la naturaleza. Así pues, se aborda un cambio gradual y sin retorno de la mentalidad de nuestra especie, Homo sapiens, en relación con el resto de los seres vivos que nos
acompañan en el planeta Tierra; un cambio en el que el árbol se convertirá en el hilo conductor. (27 de marzo).
-Mitología, arte y naturaleza, la fuente de la inspiración (Ignacio Abella, naturalista, escritor y divulgador). La naturaleza, el árbol y el bosque, constituyen desde tiempos ancestrales una
fuente de inspiración inagotable. El arte surge de forma natural en todas sus formas de expresión y el mito recrea y trata de explicar el mundo de un modo poético. El desarrollo de las
inteligencias afectivas, artísticas e identitarias nos permite comprender las expresiones y lenguajes de la propia naturaleza y establecer una relación saludable con el mundo que nos rodea.
Una relación sostenible basada en el diálogo en vez del dominio. A lo largo de la conferencia se mostrarán imágenes y se contarán historias que hablan de esa profunda raíz del ser humano, que
ahonda en la sabiduría del bosque, desde tiempos prehistóricos hasta nuestros días. (17 de abril).
-Arbres simbòlics i venerats. Dels patrons globals a les particularitats valencianes (Daniel Climent Giner, professor, escriptor i divulgador etnobotànic). Algunes espècies arbòries són
referents culturals de primer ordre. La seua presència, explícita o implícita, reconeguda o solapada, és recurrent en nombroses cultures; i variable al llarg del temps i dels territoris. Els
arbres han esdevingut motiu de veneració (dendrolatria), d’abstracció simbòlica o d’identificador cultural (social, gremial, religiós, nacional); i per això mateix objecte de repulsió,
persecució i destrucció (dendrofòbia, dendrocidi) quan les animadversions han arribat a graus de bel·ligerància extrema o quan un poble ha sigut conquerit per un altre. Explicar les relacions
entre els humans i els arbres reclama elaborar models d’interpretació que tinguen en compte les creences i els rituals. I també les comparances: els diferents registres descriptius (popular,
sagrat, científic) i els corresponents sistemes de traducció; la història de les genealogies i dels parentescos culturals; els aspectes utilitaris, fenomenològics i fenològics de cada espècie
concreta. En aquesta conferència es mostraran certes relacions entre els patrons globals de veneració i simbolisme arbori i determinades particularitats valencianes. (25 de abril).
Quienes no pudieron
visitar Bosques
Encapsulados, la anterior individual de Ana Donat en éste mismo espacio, tienen ahora
la oportunidad de reflexionar sobre una de las propuestas contemporáneas más claras de arte implicado con la defensa de la naturaleza.
“Yo soy yo y mi
circunstancia” iniciaba Martí Domínguez (Madrid, 1966) haciendo referencia a Ortega y Gasset en el catálogo que acompañaba aquella exposición. Referencia siempre adecuada, puesto que la
artista vive su tiempo entre especies naturales, unas veces investigando, otras inspirándose en ellas, y otras cuidando su buen desarrollo. En sus producciones denuncia el deterioro progresivo
del medio ambiente y lo hace con base científica y conocimiento acumulado por sus vivencias. Es portadora de un mensaje de alerta ante la usurpación y el despilfarro de los recursos naturales por
parte de la apisonadora de la sociedad de consumo, y denuncia el estrangulamiento a que sometemos a las diferentes especies y criaturas de la madre tierra. Le gustaría que hubiera más actos de
rebeldía para manifestar estos abusos, aunque cada vez son más abundantes y en ocasiones son silenciados violentamente. Son un estorbo para la maquinaria del progreso. El biólogo español Gonzalo
Alonso Hernández, asesinado en el Parque Natural de Rio Claro (Brasil, agosto de 2013) es un ejemplo de activismo valiente. Ojalá su sacrificio no haya sido en vano. Pero últimamente lo ecológico
y la optimización del consumo energético está de moda y presente en la industria que sigue impulsando el consumo, una contrariedad por cuanto se controla la vida útil de los productos de consumo
para mantener dicho bucle insostenible. En este caso, las artes plásticas no son ajenas, hacen causa común con quienes sabemos que es necesario el cambio como propone el economista
Christian Felber (Salzburgo, 1972) con la teoría de la sostenibilidad, y como lo hizo antes que él Kenneth E. Boulding (Liverpool, 1910-Boulder, Colorado 1993) dejando una sentencia de
peso: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, es un loco o es un economista”. Otra posibilidad la propone Serge Latouche (Vannes, 1940), o Ivan
Illich (Viena, 1926-Bremen, 2002) quien defiende la lógica del caracol, especie que construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias,
después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión dieciséis veces más grande, lo que en lugar de contribuir al
bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde ese momento, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha fuera de los
límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad
biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética.
Ana Donat decidió tomar parte
activa -hace ya mucho- y no permanecer cruzada de brazos, su carrera como artista es una proclama para evangelizar, en su lucha quiere sumar y hacer reflexionar pacíficamente. Con su trabajo
conceptual, -en este caso concreto- profundiza especialmente en la relación artificial que establecemos los humanos con el medio natural más próximo. Reflexiona sobre los múltiples actos
inconscientes que ejercemos sobre el entorno -de forma mecánica, sin pensar- forzando estrategias de supervivencia a las especies que nos rodean y creando escenarios que obligan a dichas especies
a desarrollar defensas especiales contra nuestras agresiones. Han de generar recursos, transformaciones, mutaciones, o desaparecer por las condiciones que les imponemos.
El sentido estético del
trabajo pictórico de Ana Donat puede tener paralelismo en la pintura de Taniguchi Buson (¿Osaka? Japón, 1716-1784) quien buscó la naturaleza más salvaje para plasmarla en sus pinturas, dando
inspiración al diario El estrecho camino hacia el interior que tradujo
Octavio Paz con el título Sendas de Ocu.
Savage-Sauvage es otra forma de hacer arte e invitar a la reflexión, en ella, Donat emplea técnicas como el grabado, la estampación al agua, collage, el
bordado o el dibujo, las piezas están construidas con elementosque hacen referencia a la arquitectura, cartografía, el lenguaje propio del patronaje textil y por supuesto la
estética en relación con la botánica. La esencia de sus trabajos de investigación anteriores, coherentes, -como los que también vimos en Galería Cuatro,
en Russafart o enGalería Mr. Pink, (Valencia)- dan muestra de su talento y tenacidad. Sus exploraciones tienen salida por infinidad de canales de lenguajes artísticos,
pero todas van en consonancia con sus circunstancias, sea en exposiciones individuales o colectivas.
Este proyecto, es resultado
de un largo proceso de documentación e investigación previa realizada sobre el terreno, en ambientes donde se desarrolla un tipo de vegetación acorazada, adaptada y preparada para las agresiones,
concretamente en la costa de Marruecos, donde Ana Donat ha permanecido becada por la Fundación
Inspirarte en la Résidence d´Artistes Ifitry, Centre d´Art
Contemporain d´Essaouira.
Los proyectos de Ana Donat,
son ofrendas generosas de lo científico y de lo estético, hay que ver, pasear e indagar sobre su obra para impregnarse del mensaje. Si no le concedemos la razón y hacemos algo al respecto la
posterioridad no nos lo perdonará.
El eje del proyecto es el oro, oro en todos sus sentidos, como símbolo de
riqueza, valor, belleza, pureza…
Es una crítica irónica a las falsas apariencias, al consumismo, a la hipocresía,
a la violencia disfrazada de justicia, a la belleza recauchutada, a la contaminación, a la vanidad que se pavonea, a la mediocridad.
Esto se nos presenta con un “barníz-filtro” dorado y esos mismos conceptos y
elementos adquieren valor para las miradas superficiales.
Utilizando materiales diversos, algunos sin valor aparente como el papel,
chatarra, baratijas o plásticos, y que al dorarlos renacen con valor, prestigio o justificación.
Tesoros acumulados- amontonados como quien con avaricia, quiere poseerlos todos,
sin ni siquiera profundizar en su utilidad, su significado.
La seda natural dorada, el pan de oro, son otros materiales utilizados, así
como el hilo de oro que borda un texto de conceptos negativos presente constantemente en toda la obra de forma martilleante, que bajo su apariencia brillante y tipografía agradable oculta
su verdadero ser.
La utilización del bordado representa el hecho consciente con que se ejecuta lo
negativo. La cuidadosa labor de bordar, la lentitud del proceso da tiempo al que lo hace para darse cuenta de lo que está bordando, como un acto de perversión y falta de
escrúpulos.
Cerrar los ojos ante un acto conscientemente negativo, taparse la cara con
máscaras de falsedad y apariencia ante un gran espejo de vanidad…todo está bañado en oro pretendiendo la disculpa.
El uso de la estopa representa lo hueco, vacío, la superficialidad.
El conjunto tiene además referencias religiosas, metiendo la obra en
vitrinas sugiriendo la idea de reliquia, de sagrado, valioso.
Los artistas han encontrado en la naturaleza el espacio ideal para dar rienda
suelta a su creatividad, el Land Art. A su vez, también surge
una nueva vía para la sensibilización medioambiental, para que el público redescubra el paisaje y se sienta parte de él.
A finales de los años sesenta del siglo pasado, surge en Estados Unidos un
movimiento artístico que estará íntimamente unido a la naturaleza: el Land
Art o Arte de la Tierra. Materiales como piedras, hojas y ramas, elementos como el viento, el agua o el fuego, o acciones como excavar o dibujar en la arena, forman parte de la
puesta en escena de una reinterpretación de los paisajes intervenidos.
Se crea así un nuevo lenguaje, con las mismas letras de su alfabeto, pero sin
modificar la armonía natural del lugar. El soporte, el escenario es el propio paisaje, casi siempre espacios remotos, de difícil acceso en algunos casos. Estos paisajes transformados son obras de
un tamaño considerable, y muchas veces es indispensable trasladarse al lugar para contemplarlas.
Obras efímeras, que desaparecen bajo los efectos de la erosión del viento,
el agua o el tiempo. El artista no pretende su perdurabilidad y prefiere su desmaterialización o desinstalación. El trabajo queda registrado a través de imágenes fotográficas, grabaciones en
vídeo, bocetos y dibujos. Así pues, en un principio esta forma de expresión artística niega el destino museístico de la obra, pero las imágenes y los bocetos acaban expuestas en los circuitos
convencionales de arte. Uno de los objetivos es acentuar ese lugar concreto en el paisaje, pero aportando huellas de la presencia humana en la tierra.
La intervención en la Naturaleza
Artistas representativos como David Nash, Christo y Jeanne-Claude, Nils-Udo, Mike
MacDonald, Ana Mendieta o Patrick Dougherty, intervienen el medio natural con sus creaciones, envolviéndolo, manipulándolo, añadiendo artilugios mecánicos, o utilizando su propio cuerpo. Mike
MacDonald, por ejemplo, planta jardines que atraen a las mariposas en los jardines de museos y galerías de toda Norteamérica. De esos proyectos jardineros surgen posteriormente obras de vídeo con
una fuerte carga de sensibilización.
Patrick Dougherty trenza con ramas de eucalipto, olmo o sauce, recogidas de
los paisajes cercanos, estructuras-habitáculo que nos transportan al mundo de las hadas. En sus cobijos vegetales la naturaleza salvaje se esconde y encontramos pájaros y otros seres
vivos.
En cuanto a la obra de Christo y Jeanne-Claude,
los embaladores por excelencia, trabajan en lugares que han
sido previamente gestionados por y para seres humanos como el envoltorio del Pont Neuf en París (The Pont Neuf wrapped, 1975-85.)
La acción y el pensamiento del artista se traslada al espacio natural, mezclando
su obra con este escenario tan particular, haciendo de él algo artificial, reinterpretando una parcela de tierra, bosque o desierto antropomorfizandolo, creando un artificio de la naturaleza al mismo tiempo que un
vínculo.
El arte es un buen vehículo para la expresión de ideas, para la denuncia,
para la reflexión profunda. Las intervenciones en el paisaje nos miden con él, en ocasiones nos facilita conocer qué nos iguala y que nos distancia de la naturaleza, qué pieza somos en ese
paisaje. Nosotros, como espectadores de las obras, reflexionamos sobre su ubicación, sobre su sentido, y la descontextualización de sus contenedores y circuitos tradicionales nos hace reflexionar
sobre nuestro asedio al medioambiente.
El ser humano es colonizador, devastador y despilfarrador de los recursos
naturales. Hemos construido una gran barrera entre el hombre y el medio natural y esas intervenciones in situ, en espacios descontrolados a merced del proceso lógico de erosión y deterioro, son como un tributo a pagar por nuestra especie
ante tanta invasión reiterada. Como ofrendas, el artista representa en ese particular teatro una obra dedicada a los ojos del paisaje.
El arte de la tierra nos reúne de algún modo con nuestra esencia, despierta
en el espectador el placer de observar, sentir y tocar el entorno, nos sensibiliza medioambientalmente. La acción directa en el medio natural produce un choque, la perplejidad del espectador que
no espera el encuentro. Poco nos sorprendemos ya al toparnos con edificaciones descomunales en lugares usurpados a la naturaleza; son desgraciadamente para nuestra retina un elemento previsible
en el hueco ocupado, y casi nos sorprende más una acción artística en un bosque!
Sensibilización medioambiental
La variedad y profusión de exposiciones dedicadas hoy al arte medioambiental nos
hace pensar que no es un tema pequeño, y su interés aumenta en la misma medida que aumenta el deterioro de la naturaleza. Los tiempos de grandes proyectos en el paisaje han dado lugar a acciones
no tan monumentales pero igualmente críticas.
Los artistas simultanean la intervención en el espacio natural y el
traslado de su obra adecuándola al espacio expositivo, acercando su denuncia al espectador. Ahora vemos propuestas cerca de carreteras, emplazamientos y espacios públicos o en medio de una planta
de reciclaje.
Muchos de los que nos dedicamos al paisajismo, al arte y la naturaleza
aprovechamos proyectos e instalaciones artísticas para transmitir ideas de respeto y gestión sostenible del entorno y de los recursos naturales, para sentir de nuevo olores perdidos, acariciar
texturas o derramar colores en nuestra retina. Cualquier sitio puede ser una galería de arte y ya no es tan importante el espacio. ElLand Art puede realizarse a través de la permacultura, del diseño de jardines,
de la cocina, incluso desde nuestras actividades diarias. Formamos parte de la naturaleza, y en última instancia todo lo que producimos tiene su origen en ella.
Conocemos con más frecuencia iniciativas en escuelas infantiles, colegios e
institutos, donde las asignaturas relacionadas con la creatividad ya no están aisladas y se centran en materiales tradicionales, los contenidos ahora son transversales y la ciencia y el arte se
fusionan. Los alumnos aprenden por ejemplo el mecanismo de decoloración y regulación de las hojas en otoño a través de la botánica, pero también juegan con las degradaciones de color
viendo in situ su variedad cromática y sus texturas, creando
pequeñas instalaciones artísticas para fijar el conocimiento.
Pero la sensibilización ambiental debería dirigirse también a los adultos,
responsables de articular las soluciones. Esto sería más fácil mediante la emoción, la sensación, el divertimento y la inteligencia, y través de la creación artística en el más amplio sentido,
haciendo que el mensaje no fuera tan impositivo. Disponemos de un recurso artístico que desarrolla nuestra sensibilización hacia el entorno natural. En muchos casos puede que se dirija a un
público minoritario, pero su incursión en espacios públicos emblemáticos donde de forma involuntaria te encuentras con ellos, produce sorpresa, reflexión y con suerte que se remueva nuestra
conciencia.
Bosques Encapsulados-Año Internacional de los Bosques-Jardín Botánico Universidad de Valencia
Esta instalación se pudo ver hace año y medio en La Llotgeta (sala de
exposiciones ya desaparecida). Ahora luce más en el Botánico, ya que su objetivo -la defensa del medio ambiente mediante el lenguaje artístico- encuentra en el espacio de 'l'Estufa Freda' una mejor
alianza conceptual, además de que el montaje respira mejor. Plásticos, papeles, zapatos abandonados en el bosque. En 'Boscos encapsulats' se recrea esta degradación con tristeza y rabia. Al tiempo,
se evoca la pureza de los paraísos perdidos (o medio desaparecidos). Donat hace una llamada de atención sobre el mal uso que hacemos de la naturaleza. Una mala conservación que se produce por mala
educación colectiva, en el sentido más amplio de la palabra educación.
Carme Gracia entrevista a Donat en Mètode, publicación de la
Universitat. «Me gusta pensar que el arte es una escenificación plástica de la ciencia». En sus instalaciones, «el procedimiento y los materiales son aparentemente dispares. Empiezo con un
desorden monumental pero al final cada cosa está en su sitio. Remover el propio saber es algo obsesivo para mí», afirma la artista. Digresión: conocí a Donat durante una cena en Venta l'Home
-tricentenaria casa de postas en medio de una naturaleza espléndida- cuando ella tenía 14 años. Estaba acompañada de su familia. «Acabábamos de zamparnos un gazpacho manchego y tú nos
escenificaste 'La noche de los muertos vivientes', con pedruscos y todo. Fue muy divertido», recuerda Ana, quien ahora, curioso paralelismo biográfico, nos escenifica a todos nosotros 'La noche
de los bosques moribundos'. Su relato da más miedo que la película.
“Sería curioso y probablemente sorprendente descubrir cuánto influye el
placer de respirar sobre nuestros ideales más elevados”
George Santayana1
Con el mismo entusiasmo con el que se husmeaban toda clase de nuevos especímenes
e historias, Ana Donat rastrea, cosecha, examina, cataloga y reorganiza elementos tanto naturales como manufacturados. Utiliza los métodos científicos de acopio, experimentación y clasificación
para presentar los productos y residuos de hoy como las arqueologías del mañana, solo que en este caso, el resultado forma también parte de la práctica artística. Los argumentos de su trabajo nos
hacen intuir ciertos rasgos “científico-humanistas” que hablan tanto de cultura, conocimiento, capacidades de expresión y creatividad. A su formación en el ámbito del diseño se une su preparación
en el campo de la psicología, la jardinería, el paisaje y el medio ambiente. Un bagaje vivencial y formativo que ha ido concordando un peculiar perfil que aúna las visiones del científico, del
coleccionista de curiosidades y del detective privado.
Naturalezas urbanas
La naturaleza funciona entre nosotros míticamente. Es, en realidad, el mito
por antonomasia erigido en protesta contra la artificiosidad del mundo de la gran ciudad. Al vivir inmersos en una sociedad de consumo que postula un constante excedente de producción y que ha de
estimular, consiguientemente, la necesidad de consumir más y más, nuestro “sentido común”, nuevo en la historia, consiste en despertar nuestros deseos-necesidades y en hacer que se
satisfagan ad eternum hasta llegar al infinito artificial que nos habita. La nostalgia por lo natural resume así nuestra historia social que es la historia de una pérdida.
Precisamente de ese sistema de carencias que evidencia la ciudad al entenderse lo urbano como una civilización restrictiva de lo natural, nos habla visualmente esta exposición que reúne la obra
de Ana Donat. La huella urbana en la naturaleza queda anunciada en paisajes que denotan de forma sutil la presencia humana. La naturaleza queda encapsulada en vitrinas, en un intento
de preservarla contra el olvido conservando los últimos restos salvables de la destrucción irreversible que sufre. También es el reflejo del desconsuelo con el que la
artista contempla un entorno cotidiano contaminado sin visos de regeneración.
Paisajes en conserva. El futuro ya no es lo que era
Los artistas por sí solos no pueden cambiar el mundo. Ninguna otra persona puede
hacerlo mientras permanezca sola. Pero lo que sí podemos hacer es elegir formar parte del mundo que está cambiando.
Lucy Lippard1
Cuenta Clarence Glacken cómo el terremoto de Lisboa, que comenzó a las nueve y
media de la mañana del primero de noviembre de 1755, fue probablemente la más aterradora catástrofe natural y la más ampliamente conocida en toda la historia de Occidente desde la erupción del
Vesubio en el año 79.2Sus efectos trascendieron el problema del mal físico provocando dudas en la mente del ser humano, ya que, más allá de las
interpretaciones religiosas, comenzó a socavarse la filosofía deltout est bien, pues éste no parecía ser ya el mejor de los mundos
posibles. La escenografía dele grand spectacle dela naturese alimentaba de una avidez
viajera por tierra y por mar, fuente estimulante e inagotable para la historia natural y la literatura. Nunca antes se habían dado con tanta sustancia y hondura los temas orgánicos nutridos por
la especulación, los viajes, los grabados y la dichosa acumulación de ingentes cantidades de material sobre plantas y animales para ser exhibidos en jardines y museos. Lacándidaconfianza en la ciencia y la tecnología, como fuente de progreso, invitaba a soñar con
quiméricos futuros no lejanos y accesibles. Una capacidad de imaginar que nuestras sociedades actuales han extraviado. El presente ya no especula sobre el futuro como un lugar de edificación sino
como un espacio conjeturado por el quebranto urbano y comunitario, la pobreza y el deterioro del planeta. Por ello, no es de extrañar que desde el ámbito artístico surjan inventivas como la de
Ana Donat ingeniándoselas para proyectar un optimismo basado en lo viviente o, mejor dicho, en la facultad y creatividad de lo viviente para enmendarse, refrescando visiones como la de Linneo,
quien veía en la tierra un sistema natural autorrenovante y autopurificador.
No se pueden poner puertas al campo
El término resiliencia se utiliza en física para hacer referencia a la cualidad
que tienen los metales de recuperar, sin deformarse, su estado original después de sufrir pesadas presiones. En la actualidad es una característica que se aplica a todos los sistemas complejos
adaptativos, incluidos los seres humanos o la naturaleza como ecosistema. En el ámbito cultural la resiliencia creativa reside en esa capacidad de elasticidad o supervivencia construida sobre un
trabajo transdisciplinar, integrado y con soluciones creativas e interacción ambiental consciente, que no rehuye nuevas estrategias. Un intercambio de conocimiento que, a pesar de la tendencia a
la hiperespecialización, ha existido siempre entre la ciencia, el arte y las humanidades. John Claudius Loudon, jardinero, arquitecto, horticultor, paisajista, botánico, diseñador de muebles y
urbanista opinaba sobre la necesidad de aunar la regularidad y la irregularidad en un mismo proyecto, formas de la naturaleza y del arte que tienen su epítome en el jardín botánico, donde árboles
y arbustos se cultivan, además de para el deleite de los sentidos, con el propósito de la observación y el estudio. Con el mismo entusiasmo con el que se husmeaban toda clase de nuevos
especímenes e historias, Ana Donat rastrea, cosecha, examina, cataloga y reorganiza elementos tanto naturales3como manufacturados. Utiliza los
métodos científicos de acopio, experimentación y clasificación para presentar los productos y residuos de hoy como las arqueologías del mañana, solo que en este caso, el resultado, forma también
parte de la práctica artística. Los argumentos de su trabajo nos hacen intuir ciertos rasgos «científico-humanistas» que hablan tanto de cultura y conocimiento como de capacidades de expresión y
creatividad. A su formación en el ámbito del diseño se une su preparación en el campo de la psicología, la jardinería, el paisaje y el medio ambiente. Un bagaje vivencial y formativo que ha ido
concordando un peculiar perfil que aúna las visiones del científico, del coleccionista de curiosidades y del detective privado.
Estos modos de hacer que saborean disciplinas como la arqueología, la biología o
la historia natural, deslizan al mismo tiempo el discurso de la ciencia a esferas convencionalmente externas, de manera que involucra estrategias científicas dentro de procesos
artísticos. A través de este procedimiento creativo, la artista nos muestra cómo
el progreso del conocimiento no es lineal desde una perspectiva espacio-temporal, por el contrario, se desarrolla formando un semblante heterodoxo, no exento de sinuosidades y focos
de
resistencia que, muchas veces, se libran desde territorios o dominios
insospechados. Por ejemplo, la producción de conocimientos en los siglos XVIII y XIX en torno a las ciencias naturales —como en otros campos— no solo surtió de profesionales especializados, sino
también de aficionados no expertos. De hecho, la figura deldilettotuvo una connotación
positiva y una extraordinaria relevancia pues sugería una especial «admiración y pasión por
aprender acerca del arte y las ciencias». Muchos de ellos fundaron clubs y
obtuvieron colecciones de especímenes yrarezasde incalculable valor para los museos de
historia natural, poniendo en común conocimientos y recursos. Esa particular capacidad de experimentar el entusiasmo y la emoción del descubrimiento, del hallazgo, son los que impulsan la
investigación científica y la pasión artística de Ana Donat, para quien ambas comparten un espacio común fascinante: idear artilugios, fórmulas y experimentos para crear cosas imposibles y
proyectar al futuro escenarios en los que el mundo es diferente.
Se trata de una operación de simbiosis realizada desde una
perspectivasituadaque parte de su propia subjetividad, de su contexto cultural y de un
punto de vista propio que toma en consideración las complejas realidades del mundo actual desde una perspectiva amplia. Esto puede resultar paradójico, pues la ciencia, como sistema, ha fomentado
el viejo árbol taxonómico donde las ramas crecen juntas pero no convergen. La Enciclopedia fragmentó los saberes y conocimientos almacenados, catalogados, especializados. Y ésta es la misma
práctica utilizada para desarrollar estos trabajos. Sin embargo, aquí no tiene un fundamento epistemológico sino una finalidad estética. La experiencia artística interactúa con la ciencia
planteando posibilidades de interacción entre las ramas, permitiendo un diálogo abierto y la diversificación del conocimiento que desdibuja límites que en realidad no existen.
Naturaleza vitrinada, pero ¿Qué hemos conservado y qué nos interesa
conservar?
Cuando los zoólogos del Museo de Historia Natural Británico contemplaron por
primera vez la piel de un ornitorrinco, en 1799, algunos imaginaron que se trataba de una falsificación. Sospechaban que algún bromista había injertado un pico de pato en el cuerpo de un
cuadrúpedo. De hecho, trataron de descoserlo, como atestiguan las marcas de las tijeras que han quedado en la piel original. La idea de conservar oscilaba entonces en torno a la curiosidad y la
erudición, el afán por atesorar pero también por exhibir el objeto por su valor inherente, el deleite y el estudio científico, creando múltiples microcosmos. Carecían del actual sentido de
urgencia por la extinción de la naturaleza que habitualmente emana de los noticieros y que la industria cultural ha convertido en curiosidad celebratoria y espectáculo, a través del
arte, el cine, la literatura, la televisión o los videojuegos. Lanecesidadde conservar fluye ahora de la inquietud por un equilibrio ecológico perdido. Los medios
de mostrar lo natural han cambiado, pero también el sentimiento que nos suscita su contemplación. Hoy resta cierta pesadumbre, incluso se pretende infundir miedo o aprensión. Sin embargo, siempre
se ha mantenido una tendencia hacia unvoyeurismode lo natural donde lo exánime se erige como protagonista. Si Wackwitz aludía a los gabinetes de curiosidades y museos de historia natural diciendo:
«presentan todo lo vivo menos la propia vida»4, lo mismo ocurre actualmente cuando consumimos, por ejemplo, documentales televisivos que nos hablan delmundo salvajey de su irremediable disipación.
En ambos casos vivimos elsucedáneouniverso de la vitrina. Una estética exhibicionista que Ana Donat reinterpreta como
estrategia vehicular para aludir a la precisión que caracteriza a las colecciones científicas, pero también a la precisión quegarantizóel dominio de la naturaleza por la intervención humana a través de la técnica y de la
ciencia. De esta manera, siHerbarium(2010) emula el museo de historia natural, la
quietud y objetividad de los herbarios con fieles reproducciones a modo de documento científico, enCuaderno de campo(2010) utiliza el etiquetado de objetos naturales como símbolo de apropiación yaprovechamiento.
La construcción de cada vitrina está guiada por el principio que suele llamarse
«de la visión cómoda» que permite al espectador observar los objetos conciliados en su interior sin tener que moverse demasiado, disponiendo de campo suficiente para comprenderla en amplio
sector. Se trata de una doble puesta en escena. Por un lado, constituye un significante espacial fácilmente identificable por el público, pues la vitrina es un modelo de presentabilidad que se
convirtió en regla para mostrar los objetos y que, de entrada, absorbe nuestra atención. Un espacio de consumo que le confiere especificidad a la obra como signo, pero que al mismo tiempo se
convierte en signo por sí mismo, en un arquetipo retórico para la persuasión.
Es un modo deinquietara un público habituado al ingenioso esteticismo de la publicidad y del diseño, saturado de
logos, marcas, imágenes y anuncios, al tiempo que es hábil para mantener una imagen dialéctica que permite que el objeto se desidentifique como mercancía. Ana Donat plantea una crítica a la
creciente mercantilización de la naturaleza, de los paisajes y a las deficiencias actitudinales de la sociedad que le rodea, bajo títulos comoExcursiónal bosque(2010) oTienda
desouvenirs (2010) que reflejan los cambios de práctica de la naturaleza, usos festivos que la degradan en la medida en que la disfrutan o
que hacen posible su disfrute. Estas series aluden tanto a ese ocio elemental que llamamos «dominguero», como a las nuevas formas de consumo al estilo del ecoturismo o del turismo rural.
Unentusiasmopor lo natural que demanda experiencias menos artificiales y que encuentra
en estos nuevos ejercicios, una inmediatez exclusiva que seduce a ciertos sectores sociales y que ofrece al individuo altamente tecnologizado, una vía de escape.
Esta recreación de escenarios de absoluta mundanidad, articulados por el telón de
fondo de la desolación y la nostalgia, comunican con todo la trivialidad en un tono burlón y sarcástico. Estrategia de seducción que proyecta estimular la reflexión del espectador sobre la
verdaderamente compleja política de la naturaleza. Sin embargo, este posicionamiento activo en la problemática actual de nuestra relación con el medio natural nunca evita una mirada poética, que
se comprende en series comoVestirse de naturaleza(2010). Podríamos hablar de historias o
de paisajes, pues al fin y a cabo se trata de una retahíla de ideas, de sensaciones y de sentimientos que la artista hilvana a partir de vivencias, observación y relación con el entorno. La
táctica ha virado hacia la alegoría no sólo como recurso estético y forma artística particular, sino también en el sentido que le otorgaba Walter Benjamin: discurso del fragmento y de lo concreto
que es capaz de conectar con la totalidad, discurso de la imagen dialéctica en donde los objetos concretos y mundanos de esta realidad material son el punto de partida. Esta noción de alegoría
enlaza con la idea de una naturaleza efímera y mortificada, fragmentada, cuyo conocimiento se realiza a través del detalle. Pero también plantea la visión de una naturaleza que deviene mercancía
perdiendo su significado inicial, adquiriendo nuevos sentidos
de acuerdo con los deseos y las ilusiones de los consumidores.5Musgo, raíces, hojas de bambú, rafia teñida, seda, setas, papel hecho a mano, cuerda o acetato, son algunos
de los elementos y materiales con los que ha construido esta singular guardarropía botánica a modo de mensajes sobrehilados. Al tratar de leerlos, el espectador queda atrapado en un sinfín de
hilos, fibras, dibujos, etiquetas, notaciones, a primera vista desconectados y que parece imposible descifrar pero que, perdiéndose en ellos, permiten reconocer un estado previo a la definición
de algo. Un eterno hacer y deshacer que nos habla de un tiempo presente pero también de un tiempo pasado, de la ausencia, de la memoria de las cosas comunes sacadas del almacén de la vida en las
que todos nos reconocemos.
Más allá de la apariencia, hay algo que se resiste a exhibirse en la
representación, que se instala al borde de lo visible en ese espacio liminar entre el arte y la vida.
En la obra de Ana Donat el contenido ocupa de manera tan flagrante el primer
plano que tendemos a pasar por alto el grado de elaboración y la maniobra de representación. Su trabajo parte de una búsqueda socio-arqueológica en su entorno más inmediato. Maneja repetidamente
la suma acumulativa y la extrema profusión de objetos y materiales, listas y series donde las formas colectivas y la reiteración son principio ordenador y expresión de una
estética de esmerada estructura. La fragmentación construye un nuevo objeto
redimensionado para ser contemplado desde una discontinuidad poética que entabla un parentesco con elcollagey el montaje. El extrañamiento al que son sometidos los distintos componentes, en disposición quieta y silenciosa, no impide el diálogo entre ellos, prestos
para que el espectador organice su relato, explícitos al fisgoneo. Dichas liturgias permiten apreciar aspectos que también conciernen a ciencias como la antropología, la sociología o la
arqueología: todo puede utilizarse, incluso lo más insignificante de la vida cotidiana puede resultar indicador. A esto se refiere Christian Boltanski cuando dice: «El Musée de L’Homme fue muy
importante para mí pues en ese lugar pude observar grandes vitrinas metálicas donde se exponían cosas minúsculas, frágiles e insignificantes […] Cada vitrina contenía un tiempo desaparecido: el
tipo salvaje en la foto estaba seguramente muerto y los objetos, que nadie era capaz de decir para
qué servían, se habían vuelto inútiles […]».6Algo de esto hay enAparcamiento gratuito(2010) o
enMantenga limpio su entorno(2010) al establecer un vínculo muy estrecho entre los
objetos y la futilidad del momento. Inventarios de una existencia efímera en los que combina elementos naturales con medios empobrecidos, cosas gastadas y desechadas. Paisajes residuales que
aluden al valor y al significado del espacio público y del entorno natural, a su deterioro y a las contradicciones y paradojas del comportamiento humano.
A través de estospaisajes en
conservaAna Donat nombra los silencios de un futuro que se sigue imaginando, si bien no tanto en este mundo como en otros. Y no solo por el
deseo de conquista o la avidez de conocer sino también por la necesidad de subsistencia ante una caducidad que se siente cada vez más rayana. Aun así, sus historias son revulsivos que tratan de
exhortar nuestras conciencias a través de la búsqueda de la belleza, el humor y el recurso
delall over, metáfora
de que lo colectivo, formado por infinitas individualidades, enfatiza la responsabilidad de cada individuo en una sociedad, que como la naturaleza, está en permanente cambio, sabiendo que ese
hacer y deshacer es el que posibilita el retorno.
Nuestro tiempo no parece ser el de los grandes planes sociales sino el de los
proyectos comunitarios. La creatividad e imaginación que dotaba a los artistas de visiones de futuro continúa hoy, pero a otra escala, una escala que no deja de seducir por lo
humana.
Rodrigo Alonso7
1Lucy Lippard: «Caballos de
Troya: arte activista y poder», en Brian Wallis (ed.):Arte después de laModernidad. Nuevos planteamientos en torno a larepresentación,
Madrid, Akal, 2001, p.347.
2Clarence Glaken:Huellas en la playa de Rodas, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, p.476.
3El empleo del término natural
se entiende aquí no como contrario a artificio, ni tan siquiera a adulterado, transformado, desarrollado o culto, sino como producto de la naturaleza donde, podríamos decir, se encuentra el grado
cero o inicio de las manipulaciones.
4Cita de Francisca
Hernández:Manual de museología, Madrid, Síntesis, 1998, p.98.
5Walter Benjamin:El origen del drama barroco, Madrid, Taurus, 1990, p.172-176.
6Cita de Werner
Spies:Christian Boltanski, pintor de la historia del lado oscuro de nuestra época,Arte y Parte, 94,p.46.
7Rodrigo Alonso:Imaginarios de futuro en Argentina 1910-2010, Catálogo exposición, Fundación Osde,Buenos Aires,26 de marzo-30de mayo de 2009.
Frente a quienes defienden una concepción del arte basada en criterios académicos, Ana
Donat nos muestra una forma de creatividad que tiene que ver con lo multidisciplinar, con el diálogo entre creador, naturaleza y receptor. Sus trabajos tratan de aproximar el arte a la
ciencia. Donat reflexiona sobre sus búsquedas, sus encuentros y sus concreciones.
■La búsqueda
Quizás sería adecuado iniciar esta conversación preguntándole sobre lo que entiende por arte.
Me gusta pensar que el arte es una escenificación plástica de la ciencia. La diferencia centre las dos sería la veracidad. Tener una base científica es necesario
para expresarse plásticamente. La representación artística te permite fantasear sobre la realidad, sobre las evidencias científicas de la existencia de las cosas. Lo concreto, el rigor
científico, es capaz de llevarte a la abstracción, a una mayor libertad en la expresión plástica. Todo es física, química, números… se trata de extraer su plasticidad. Evidentemente «arte» ya no
es «óleo sobre lienzo», estamos rodeados de estímulos y medios para adquirir conocimientos que hacen imposible no interrelacionarse con disciplinas aparentemente dispares. Saber dibujar bien ya
no es requisito indispensable, más bien hay que saber y poder transmitir mediante cualquier procedimiento tus inquietudes, sirviéndote desde los avances tecnológicos más sofisticados hasta
labores artesanales casi en desuso. Esto lleva a posibilidades ilimitadas de actuación.
¿Sería, la suya, una práctica artística que busca interrogar a la naturaleza, que necesita apoyarse en la ciencia para dialogar con otros seres humanos?
Pienso que una línea exclusiva a través de la cual se desarrolle mi creatividad sería incongruente con mi forma de ser y pensar. La búsqueda hace que sí, que cada
expresión sea un experimento, una respuesta, un ordenamiento de mi forma de pensar. Los objetos encontrados y buscados (cazadora-recolectora) son importantes, pero no solo en la naturaleza,
también en vertederos, rastros y todo tipo de lugares. Esos diferentes tipos de objetos también representan diferentes tipos de seres y circunstancias con los que me voy encontrando a lo largo de
la vida. De alguna manera me apropio también de la experiencia del otro, la filtro y la interiorizo en mi trabajo. Aprendo de todo. Cualquier textura, color, olor, película, música, situación, es
susceptible de ser incorporada a mis materiales de trabajo (suministros materiales y espirituales). La idea principal de mi trabajo es una y clara, y el procedimiento y los materiales son,
aparentemente, dispares. Empiezo con un desorden monumental pero al final cada cosa está en su sitio. Remover el propio saber es algo obsesivo para mí, de ahí que parezca que utilizo un
procedimiento científico. Encontrar, interrogarse, comparar, sacar conclusiones del conocimiento adquirido y del nuevo... Todo se retroalimenta, es un diálogo
continuo.
Se percibe que, al realizar sus obras, intenta despertar en el espectador el placer de observar, de dialogar con la naturaleza. ¿Ocurre esto de modo consciente y
deliberado?
El placer de observar está bien. Vamos casi siempre a lo inmediato y se está perdiendo el gusto por la elaboración, tanto material como mentalmente. Ponemos excusas
para no pensar y para no manufacturar. El placer de la elaboración del trabajo, en mi caso, las expediciones en busca de materiales, el trabajo de campo, separar los ingredientes, clasificarlos,
ordenarlos, reinterpretarlos, teñirlos, transformarlos, colocarlos en la obra… Hay un método, un proceso de elaboración. Para mí es un placer y me gusta que se perciba. El hecho de observar algo
elaborado hace que te tomes tu tiempo en saborearlo. Igual que también utilizo técnicas de tejido y bordado como símbolo de procedimiento lento, manual, de un acto que necesita de un tiempo para
llevarlo a cabo. Te permite pensar en lo que haces, como el lento crecimiento de un árbol. Es una forma de evitar la inmediatez del pensamiento, puedes procesar la información y luego
compartirla. Unas raíces y musgos teñidos y cosidos dentro de una urna, descontextualizados, fuera de la naturaleza real, de su hábitat, nos hacen reflexionar sobre ese distanciamiento
hombre-naturaleza, es una representación de ese nuevo artificio de esa pseudonaturaleza.
¿Esta forma de mirar el entorno a través de los desechos, podría interpretarse como una inquietud por el progresivo deterioro de la naturaleza? ¿O como un alegato contra la actual manera
despilfarradora de vivir el entorno?
Claro que estoy preocupada por el
progresivo deterioro de la naturaleza, por la ecología, pero no soy una fanática que huela a incienso todo el día. Como las mismas guarrerías prefabricadas que critico y muchas veces no reciclo.
La mirada hacia lo ecológico da pie a toda una serie de manipulaciones y abusos económicos y sectarios. ¡Yo misma me contradigo utilizando productos contaminantes en mi trabajo! Podría ser
evitable pero formo parte de esa sociedad-suciedad que vive en ese zulo autodestructivo. A pequeña escala soy tan culpable del deterioro del entorno como el que más. Y encima soy consciente de no
hacer todo lo que puedo por evitarlo, no me gusta la hipocresía. Se nos llena la boca de conceptos grandilocuentes, pero todos somos «pecadores» o lo hemos sido. En los títulos de mis primeras
exposiciones ya tenía interés por los restos, ruinas, vividos como huellas, recuerdos, reciclaje. Construir para destruir-destruir para construir, Ciudades de basura, Bosques de basura. Pienso
que con microacciones, como lo es la expresión plástica, se remueve la conciencia ajena y egoístamente tranquiliza la mía. Me gustan las formas orgánicas, lo imperfecto, los materiales de
desecho… se parecen más al ser humano.
En este énfasis en los materiales de desecho, ¿hay denuncia o hay necesidad de comprobar las insospechables posibilidades de pervivencia de la
naturaleza?
Hay denuncia, pero hay más necesidad como dices de comprobación del poder de la naturaleza para autorregenerarse, de ver que la selección natural al final hará su
papel. La coevolución de insectos y plantas. Esto me tranquiliza y veo una luz de esperanza en la autoadaptación. Es la visión-escenificación de la obra que he escrito, por tanto, invento cosas,
nuevas adaptaciones hombre-naturaleza, híbridos biomecánicos. Cuento una historia “basada en hechos reales”, como se dice, pero luego fantaseo y en ocasiones doto a la naturaleza de propiedades
humanas (positivas y negativas) y viceversa. No hay una denuncia agresiva. Intento que el espectador se sienta atraído por algo sensorialmente bello, armonioso y luego, cuando es consciente de lo
que expresa, percibe el mensaje negativo (muchas veces a través de la ironía).
■Los encuentros
Llegamos a la conclusión de que la búsqueda ha sido el hilo conductor que le ha permitido desplazarse de una curiosidad a otras. Pero, ¿podríamos afirmar que determinados encuentros a lo
largo de su recorrido han sido igualmente decisivos a la hora de definir su propio campo estético?
No concibo la expresión plástica sin
implicación personal, social. Ahora más que nunca, cuando el concepto «arte» es confuso, cuando ya no sirven definiciones tradicionales, ni «instrumentos de medida» únicos, la multi- disciplina
debería ser el camino a seguir para redefinir muchas corrientes artísticas actuales. Hay tantas vías, tantos instrumentos interrelacionados, que es imposible no implicarte de alguna forma. Nunca
sabré qué inquietud me ha llevado a la siguiente. Esas diferentes disciplinas se potencian, se acoplan, se solapan. La concepción del espacio, los volúmenes, los mecanismos físicos, químicos y
psíquicos de las cosas y seres, el pensamiento lógico e irracional, el crecimiento de una planta, sus tejidos… Todo está dentro de un alambique que espero ir llenando cada vez más y poder extraer
un elixir-respuesta a mis inquietudes, en cada nuevo proyecto artístico. El amor por la naturaleza me ha llevado al estudio de la botánica, la flora, los insectos… Los insectos son máquinas
perfectas, ingeniería aeronáutica, arquitectura, simetría. Los estoy retomando, es un nuevo proyecto de híbridos, otro artificio de la naturaleza.
Habla de flora, de insectos, pero con frecuencia trabaja con objetos muertos. ¿Cree que estos objetos muertos tienen capacidad para sugerir vida y que usted puede provocar una toma de
conciencia utilizándolos?
Estos objetos muertos, como dices, no lo están del todo, siguen vivos, siguen su proceso de descomposición, su ciclo vital que también es desintegrarse. Igual que lo
haremos nosotros. Nos comportamos como avestruces, evitando, autoengañándonos. Bellezas recauchutadas y clónicas, elixires y cremas, la batalla perdida de antemano contra lo inevitable… Nuestra
cultura occidental no quiere saber afrontar la realidad. Vamos en contra de nuestro ciclo vital y de nuestro entorno. No tienes más que echar un vistazo a los medios de comunicación. La muerte y
la destrucción se utilizan de forma sensacionalista, no educativa. A mi también me asusta y a pesar de mostrar un carácter alegre, irónico, mi filosofía de la vida es muchas veces trágica y gris.
El ser humano (me incluyo) me decepciona bastante… todo se hace para obtener algo a cambio. Este “trabajo” aparentemente bello hace que no pare de pensar en problemas reales, me hace reflexionar
sobre la muerte, el sufrimiento, sobre esta globalización que al final nos está devaluando, nos está encapsulando, etiquetando, destiñéndonos, descafeinándonos. La utilidad del arte. El
acercamiento a la naturaleza hace que me tranquilice, me conforme, sus jerarquías, sus leyes funcionan… Un árbol nunca te engaña, no pretende ser otra cosa que un árbol. La naturaleza me hace
poner los pies en la tierra, nunca mejor dicho. Me gustaría que hablara del placer que puede llegar a obtener de la recolección y custodia de elementos desechados o desechables del paisaje
natural. Desechados por el hombre, no por la naturaleza. En la naturaleza esos desechos son aprovechados, se transforman en alimento para nuevas plantas, enriqueciendo la
tierra. En el momento de la recolección, en el paisaje natural, en los jardines de nuestras ciudades, en las playas después de una tormenta… Hay una emoción parecida a la de encontrar verdaderos
tesoros. Muchas veces pienso que esos objetos son obras de arte en sí mismas, con sus formas, colores, texturas, olores inimitables. De alguna forma, al apropiarme de ellos, me apropio de su
belleza, de su esencia, de su proceso de formación. Luego lo muestro a un espectador que posiblemente no se hubiese entretenido en mirarlo con atención, con detalle. ¿Puede decirse que yo también
contribuyo a saquear la naturaleza? ¿Utilizo elementos de ella que si no se tocasen de su sitio cumplirían su ciclo vital? ¿Interrumpo de alguna forma el proceso natural? Quizás todas estas
preguntas son una exageración, pero me las hago. Podría hacer solamente fotografías y luego mostrarlas, sin ningún elemento material. En Bosques encapsulados, una de las salas albergaba casi mil
botes transparentes con diferentes semillas, frutos, flores secas, codificados, numerados, y todos ellos a su vez expuestos en grandes urnas-vitrinas. Hay algo tétrico en esa obra. Por un lado
está el placer de observar esos pequeños tesoros obras maestras en sí, piezas de ingeniería perfecta, todas juntas, expuestas, descontextualizadas, apreciando así otro tipo de belleza. Por otro,
sobrevuela una sensación de tristeza y alarma ante una realidad: preservamos ahora esas especies, o tendremos que conformarnos con manipular la naturaleza, reproduciéndola nosotros, cuidándonos
muy bien de no despilfarrar lo que queda en nuestras conservas, en nuestro Banco de Semillas.
Insistiendo en esa perspectiva de aproximación a través del potencial sugestivo de otros métodos y otras vías de conocimiento, ¿qué disciplinas le parecen más adecuadas para orientar su
búsqueda? ¿De qué modelos se ha beneficiado?
Cuando empecé a estudiar arquitectura de
interiores ya trabajaba con espacios tridimensionales. En mis proyectos ya incluía la naturaleza y el reciclaje de materiales, escenografías donde me gusta implicar al espectador: que huela,
toque, sienta. Estudiando paisajismo, estoy descubriendo gran cantidad de posibilidades plásticas que puedo utilizar y además con un fundamento técnico y científico. Una cosa me lleva a la otra,
y voy de la botánica a la ecología, pasando por la arquitectura, el urbanismo o la filosofía… Me interesa mucho la arquitectura verde, sostenible, la edificación ecológica, tanto estética como
funcionalmente, reinventar ciudades verdes, la ecomimesis. Enterrar edificios (Tadao Ando), o recubrir de vegetación sus paredes y azoteas (Patrick Blanc). Existe un proyecto de Agence Babylone,
llamadoActive Nature (“capacidades productivas de la naturaleza”)centrado precisamente en la «ecomimesis», en el autoabastecimiento de productos alimentarios, en la renovación de energías, su reutilización, los ciclos del agua, etc. Estoy adentrándome en
el estudio del ajardinamiento de cubiertas vegetales y paredes verticales. Estéticamente sería positivo, y lo más importante, oxigenaríamos las ciudades. Me gustan los paisajes de Turner, el
renacimiento en Florencia, el Quattrocento, Giadiliano, los paisajes de los pintores flamencos, el surrealismo de Max Ernst, el fotomontaje, los dibujos arquitectónicos de Aldo Rossi
descontextualizando objetos y dimensiones, las ciudades de Miquel Navarro o las acumulaciones-fetiche de Carmen Calvo. En cuanto a artistas que intervienen en el paisaje o que se basan en la
naturaleza, no deja de asombrarme la obra Christo, empaquetando costas y valles (¿apropiándose de ellas?), de Mario Mertz, la recopilación de sonidos de cantos de pájaro de David Tremlett y, más
cercanos a nuestros días, las fotografías de Axel Utte o las delicadas instalaciones de Monique Bastiaans.
■Concreciones
En su última exposición,Bosques encapsulados,
logra introducir al visitante en la experiencia del bosque, en sus sonidos, sus aromas, su heterogeneidad… Y esto, lo realiza mezclando materiales naturales con teñidos artificiales, con
plásticos, con recursos electrónicos… Considerará que la naturaleza es irrepetible y sólo podemos conocer la manera como funciona en nosotros…
Introducir al visitante en la experiencia del bosque es quizás algo muy pretencioso, pero no deja de ser una llamada de atención sobre la existencia real de esos
sonidos, aromas, texturas, colores y formas.
Si le pidiera que cerráramos nuestra conversación sintetizando en pocas frases hacia donde cree que se encamina su trabajo, ¿qué contestaría?
Como he dicho anteriormente, estoy descubriendo todavía quién soy y lo que me gusta… Vamos por la vida de forma frenética, con nuestras aspiraciones y ambiciones y
no nos damos cuenta del daño que podemos hacer y hacemos. La creatividad es un privilegio, es como vivir una vida paralela, fantaseando sobre otros mundos creados por uno mismo, pequeños
instantes de huída. Y en esas «escapadas» te permites denunciar, recordar o embellecer el recuerdo y tu entorno. Sigo buscando, y sigo interesándome por la naturaleza. Estoy trabajando con
maquetas gigantes de «ciudades verdes», con insectos a gran escala hibridados con máquinas, con olores y sabores, con sonidos y sensaciones térmicas, con flores biomecánicas… Veremos qué
sale…
Mais quand d’un passé ancien rien ne
subsiste, après la mort des êtres, après la destruction des choses, seules, plus frêles, mais plus vivaces, plus immatérielles, plus persistantes, plus fidèles, l’odeur et la saveur restent encore
longtemps, comme des âmes, à se rappeler, à attendre, à espérer sur la ruine de tout le reste, à porter sans fléchir, sur la gouttelette presque impalpable l’edifice immense du souvenir.
Marcel Proust.À la recherche du temps perdu
Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado
las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas
de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio inmenso del recuerdo
Marcel Proust. En busca del tiempo perdido
[Traducción de Pedro Salinas]
“Yo soy yo y mi circunstancia” es
quizá la fórmula ortegasiana más conocida. Todos somos el resultado de la interacción de nuestro genotipo (nuestro yo biológico) con el ambiente (nuestra circunstancia familiar y social). La
expresión del fenotipo es siempre el producto de esa difícil ecuación, donde las diferentes variables aparecen a veces muy borrosas. Todo creador es producto de ellas, y su obra siempre, o casi
siempre, es una expresión de esta formulación. Si Paul Cézanne no hubiera nacido enla Provenza, su pintura habría sido muy distinta: habría
pintado como Pissarro o acaso como Monet. Cézanne es el resultado de su temperamento biológico (su carácter indócil y solitario) y de su circunstancia meridional: su arte es nuevo porque atesora
algo que no tienen sus compañeros parisinos, la luz del mediterráneo, que transforma, difumina, despersonaliza los volúmenes. Y por ello su obra es el inicio de algo distinto, de un camino que
revolucionó el arte.
Siempre me ha interesado la
“circunstancia” que envuelve la obra del artista. Me gusta visitarlo en su estudio, ver el ambiente en el que se desenvuelve, el espacio que ocupa, la vida que le rodea. Cada artista desarrolla
su biotopo, su madriguera, y eso se percibe en ellos mucho mejor que entre otros creadores, como escritores o músicos. Ana Donat tiene un taller amplio, ordenado, limpio. Dice que padece el
síndrome de Diógenes, que todo lo guarda, que no hay objeto, chismes o artilugio que no crea que pueda utilizar algún día, y que eso le produce mucha ansiedad. Quizá es así, pero cuando visitas
su estudio, totalmente al servicio de su trabajo, no tienes esa sensación. Y lo mismo sucede con sus obras: aunque en ellas impera elhorror
vacui, todo lo que se acumula o se superpone ha sido concienzudamente analizado, medido y estudiado. No hay nada al azar, en cada obra rige el método.
Como tampoco hay nada sin estudio.
Tras aquellas obras hay muchas horas de reflexión, de documentación, de preparación. No surgen tan sólo del impulso artístico, del instinto que debe poseer todo creador. Durante semanas he visto
a Ana Donat en la biblioteca del Jardín Botánico dela Universitatde València, rodeada de libros y
tratados de botánica y ecología. Cuando nos encontrábamos me manifestaba su desasosiego, su inquietud ante todo lo que le faltaba por saber, ante todo lo que sabía que aún tenía que descubrir. A
mí me divertía aquella intranquilidad, su prudencia al exponerme su pensamiento, las conclusiones, tan precarias y provisionales, a las que creía haber llegado. Y yo también la escuchaba algo
inquieto, porque conozco bien los estereotipos sobre los que se mueven los artistas, la superficialidad con la que acceden a la naturaleza, cuando no la indiferencia que sienten muchos de ellos
por ella. “La naturaleza imita el arte” escribió Oscar Wilde, y es rotundamente falso. El hombre no necesita del arte para admirar una puesta de sol, como sostenía Wilde en sutour de force. En todo caso, debería ser al revés: el arte es consecuencia de la naturaleza.
Un bosque marino
En cualquier caso, Ana Donat
estudia en la biblioteca del Jardín Botánico para conocer mejor a la naturaleza. Pero no intenta imitarla, sino que de algún modo su obra gravita en torno a la reproducción de sus pasos, de sus
leyes, de sus itinerarios. No pretende proyectar sobre nosotros una visión rousseauniana, la seráfica visión de un paisaje de Gainsborough, Constable, David o Carus. Su trabajo se desarrolla
sobre dos planos, distintos y que se complementan: por un lado late su recuerdo de los días pasados en el mar (en el mar de Denia) o en la montaña (en los bosques de Bielsa, en el pirineo
oscense, junto al parque natural del Monte Perdido), y por otra parte se activa su deseo de trascender sobre aquella recuperación del tiempo perdido, y de ser crítica sobre la actual situación
del medio natural. Por eso estudia botánica y ecología, para no quedarse en la superficie, para ahondar en el recuerdo y transcender y dotarlo de verosimilitud. Desde la ensoñación llega a la
ciencia y de ahí vuelve a la ensoñación, en un ciclo que se retroalimenta y que se ha mostrado particularmente productivo.
En su exposición
“Híbridos-artificio de la naturaleza: bosque de agua” ya mostraba esa visión tecnicista del mar, con su sorprendente trabajo sobre las algas marinas. El recuerdo de las praderas de posidonia de
Denia, esa evocación proustiana que se desarrolla a partir del profundo olor a mar que desprenden las algas cuando las recoges en la orilla de la playa, fue el principal acicate de aquella
muestra. Revivir el fondo marino (un paisaje submarino tan distinto a las ensoñaciones de la excelente pintora Juana Francés), y con éste aquellos años de infancia y juventud, en el mar, con sus
seres queridos. Ana Donat no pinta una marina, ni tan sólo un fragmento de mar, como esas delicadas obras de Marusela Granell, que también tienen como fondo y trasfondo días perdidos en el mar.
Sorprendentemente se centra en aquellas posidonias, largas y oscuras, proteiformes, de una morbidez inquietante, que ondulan y bailan con el vaivén de las olas. De ellas extrae su recuerdo,
proyecta sus sensaciones, y sobre todo con aquella síntesis dice cosas nuevas. Porque la obra de Ana Donat es prolífica en mensajes, en frases que acuña, que caen a modo de sentencias y que
recorren transversalmente la obra. Nada más ajeno a ella que aquel “Sin título” que rotula muchas obras de arte contemporáneo: para ella el título forma parte de la composición, hasta el extremo
de que en muchas ocasiones lo introduce en la misma, a menudo en inglés, en un claro ecopop-art. Y en sus obras nos dice, por ejemplo,
que el mar no es azul (The sea isn’t blue), o que durante la tormenta el mar arroja a la playa la inmundicia del hombre (After storm). Y desde la evocación alza su voz y
denuncia el maltrato de los mares y de la naturaleza.
Sumergirse en el bosque
En consecuencia, en la obra de Ana Donat hay un velado mensaje de denuncia, de alerta, ante el uso
ilegítimo de la naturaleza. En esta exposición dela Llotgeta, titulada “Bosques encapsulados”, se observa muy bien esta dualidad, ante la
ensoñación de la naturaleza y ante la realidad de su destrucción. La artista nos propone adentrarnos en el bosque, descubrirlo, vestirnos de naturaleza: casi nos transformamos en una imagen
arcimboldiana de bosque. El hombre se empapa de lo natural, del canto de los pájaros, del verde de las plantas, de la soledad del bosque, del silencio de la alta montaña. Es un regreso al Edén,
al mundo del que procedemos, y en ese retorno hay un deseo de encontrarnos a nosotros mismos, y en esa senda por la que avanzamos hay algo así como un retroceso a nuestra verdadera esencia
humana. Es la senda de Rousseau: es la civilización la que deshumaniza al hombre, es la naturaleza la que lo hace humano.
Ana Donat investiga ese terreno del regreso al bosque, de los aromas y de los sonidos: el fragor de
un torrente de deshielo, el olor de la hierba en un día de verano, el sabor de las fresas silvestres, el runrún de los tábanos y de los abejorros, el trino de los pájaros, que a veces parece que
imitan nuestras voces y que nos impelen a adentrarnos en la espesura. Los troncos de los árboles, los musgos y helechos, los hongos que crecen por doquier, y aquel olor del humus, de la tierra,
de la vegetación pirenaica. Todos estos elementos excitan la imaginación de la artista, y sobre ellos construye su obra, sus “vestidos” de bosque. Verde musgo, rojizos corteza, blancos hueso de
hongos y setas. Las obras, presentadas con metacrilato, potencian los reflejos y por momentos realmente da la sensación de que te encuentres dentro de ellas, de tal suerte que casi tenemos una
percepción 3D. Del mismo modo que Ximo Amigó trabaja el metacrilato, y éste se integra en la obra, creando espacios semiocultos que despiertan la curiosidad y un voyeurismo que enlaza muy bien
con un uso erótico-publicitario del cuerpo de la mujer, Ana Donat lo introduce para dotarlas de reflejos, para que la sensación de sumersión en el escenario edénico sea mayor. Asimismo el uso que
hace de todos los materiales resulta innovador: con habilidad combina acrílico sobre papel, rafias y estopas teñidas, seda y algodón, cortezas de árbol, siliconas, plásticos y papel. Sus paseos
por los jardines de Valencia le proporcionan materiales (brácteas deWashingtonia, cortezas de eucaliptus, semillas, frutos,…), y sus
visitas a los mercadillos ambulantes son también una fuente importante de recursos. Como buena artista, el fetiche cobra fuerza en su obra, lo desechado, viejo, inservible, incluso lo feo, pasado
por su cedazo y por su proceso de transformación cobra un renovado y simbólico valor. Josep Díaz Azorín me comentaba hace poco que la obra de Salvador Soria era consecuencia en muchos sentidos de
su adolescencia pasada en el grao de Valencia, y del uso que hacía de todos aquellos materiales desechados de las atarazanas del puerto: hierros, maderas, tornillos, herrajes… Ana Donat no
desdeña nada, y sus materiales proceden de los jardines, del bosque, de los mercadillos, de las tiendas de todo a cien, de los comercios chinos. Todo lo trabaja, lo transustancia, lo digiere y lo
proyecta en su trabajo, con una fuerza y belleza inesperada.
Pero no se queda en la superficie, y en aquellas obras hay también una crítica explícita al mal uso
de la naturaleza. Con gran acierto nos advierte que tomamos la naturaleza como una ropa de quita y pon, que la usamos y la desechamos, que llegamos a ella con nuestros automóviles monovolumen y
la exprimimos sin darle nada a cambio. Es una naturaleza utilitaria, festiva, a un paso del parque de atracciones: el ascenso a las cumbres de las montañas se realiza por sendas marcadas, con
indicaciones en las que se especifica el tiempo aproximado de la ascensión, con “mobiliario rústico” (vallas de madera tratadas contra el ataque de los insectos xilófagos, senderos pavimentados o
enlosados, márgenes de piedra seca, artificios de Leroy Merlin,…). La naturaleza está a un paso de convertirse en un jardín, y las plantas de ser etiquetadas. Al visitante cada vez se le exige
menos, llega al espacio natural sin haberse documentado adecuadamente, sin llevar consigo ninguna preparación naturalística, ignorándolo todo o casi todo de aquel lugar: topónimos, historia,
especies propias. Se adentra en el bosque y se le encamina por un sendero perfectamente delimitado, en ocasiones prohibiendo la salida del mismo. Lo natural está encapsulado, y cada vez más
acotado: la naturaleza se condensa en unas pocas hectáreas, y fuera de éstas ya todo está permitido. Es una percepciónmoutonnièrede la naturaleza, que dirige a los visitantes por unos itinerarios perfectamente
establecidos, que incluso le indica los mejores miradores en los que ha de detenerse para sacar sus fotografías, según criterios estandarizados de belleza.
De este modo, se pierde gran parte de la aventura del descubrimiento. La naturaleza se llena de
parkings, de carteles temáticos, de indicadores, y también de basura, se convierte en un enorme vertedero. Pasa de ser un lugar de meditación y de comunión con la naturaleza, de soledad y de
recogimiento, a ser una especie de feria o parque de atracciones: algunos practican la escalada, otros el footing, el bicicross, el rafting, el barranquismo o incluso el esquí de fondo: en
aquellas actividades hay más de reto deportivo que de uso legítimo de aquel espacio natural. Nadie aprende nada ni sabe de nada, ni los nombres de los árboles ni los de las montañas, ni los de
los ríos ni los de las masías, ni los de las aves ni los de los insectos más característicos. En otoño, cuando llega la época de la recolección de setas y rebollones, el bosque se vuelve a llenar
de una multitud febril que todo lo escarba y revuelve, de gritos y voces que a veces incluso se juntan con los escopetazos de la temporada de caza. Lejos de promover una concienciación ecológica
esa percepción utilitaria del bosque lo conduce a su explotación más salvaje y arbitraria: el espacio común es entendido como el lugar en el que todo o casi todo está permitido. Los caminos se
llenan de automóviles, que aparcan en cualquier sitio, que dejan al marchar sus bolsas de basura y su sucia huella sobre el paisaje. Como escribe el pintor José Saborit, enLa construcción de
la naturaleza: “Es frecuente oír cosas como que el coche nos permite ‘ir ala Naturaleza’, ‘sumergirnos enla Naturaleza’, ‘volver ala Naturaleza’, ‘reintegrarnos o confundirnos conla Naturaleza’. Nada más lógico: siendo los coches los causantes más directos de la destrucción dela
Naturaleza, deberán presentársenos como todo lo contrario: el medio ‘natural’ de acceder a ella, como algo hermanado conla Naturaleza”. De este
modo, poco a poco se van asfaltando las viejas pistas forestales, y en muchas ocasiones los visitantes no salen del coche durante su estancia en el parque: la visita se convierte en algo casi
virtual, televisivo. Se accede a la naturaleza sin necesidad de esfuerzo físico, sin tener que cambiar de calzado o de vestido, sin despeinarse, sin pasar frío o calor. A veces la única parada se
realiza en la “tienda de artesanía”, estratégicamente situada junto a una cafetería, un restaurante y una estación de servicio. Allí se pueden adquirirsouvenirsque nada tienen que ver con aquel paraje, como fósiles, mariposas y conchas exóticas,
importados de países subdesarrollados, que comercian a la desesperada con lo que les queda de su naturaleza.
Todas estas ideas aparecen brillantemente reflejadas en “Bosques encapsulados”. Ana Donat juega con
todos estos estímulos contradictorios, y los títulos de sus obras son claros y directos:“Aparcamiento gratuito”, “Mantenga limpio su entorno”,
“Tienda de souvenirs”, “Bosque de basura”,… Esos bosques encapsulados, momificados, a un paso de ser destruidos y reconstruidos por la mano humana, correlato inmediato de una “terra
mítica”, artificial y enlatada. En estos trabajos encontramos su mensaje más crítico; en una reciente exposición tituladaGold“No es oro todo lo que reluce”Ana Donat insistía en el peligro de las falsas apariencias. No todo lo
brillante es oro, como tampoco es naturaleza esta naturaleza domesticada.
Naturaleza enfrascada
Con demasiada frecuencia lo único que se conserva de un ecosistema son las muestras recolectadas por
los naturalistas, que se acumulan en los centros de investigación: frascos y pliegos de herbario, con miles de ejemplares capturados para su estudio, perfectamente etiquetados y numerados,
codificados, informatizados. En muchas ocasiones, quien estudiará esas muestras no es el propio recolector, sino que caen en manos de un científico que desconoce por completo aquel paraje, y que
realiza su estudio sin saber nada o casi nada de aquel entorno. También Ana Donat reflexiona a través de sus obras sobre ese distanciamiento del proceso científico (“Banco de
semillas-recopilación”, “Herbarium”, “Cuaderno de campo”). Esa acumulación de muestras codificadas, de filas de frascos idénticos perfectamente etiquetados, nos remite de algún modo al
universo de Carmen Calvo, con sus inquietantes muestrarios de fetiches. Pero en este caso el mensaje es muy distinto: quizá en alguno de aquellos frascos se conserve el último ejemplar de una
especie ya desaparecida, que un buen día un investigador describirá del todo ajeno a la destrucción de aquel paraje. La artista pone de manifiesto esa contradicción siempre latente entre la
conservación y la recolección masiva de muestras, que después se acumulan durante décadas en los sótanos de los museos de historia natural a la espera de que alguien las estudie. En aquel afán
recolector hay algo siniestro, algo monstruoso, y en estas obras se consigue con éxito crear aquella impresión asfixiante de la acumulación masiva y arbitraria de especímenes esquilmados de la
naturaleza.
El bosque de la memoria
Ana Donat investiga estos bosques, marinos y terrestres, pero que, de algún modo, también son los de la memoria. Bosques de
algas y bosques de árboles que le remiten a sus días de veraneo en el Pirineo, a sus estancias en Denia y a otras experiencias felices en el campo y la naturaleza. En última instancia, en estas
obras hay una búsqueda de ese tiempo perdido, de aquellos años de felicidad, junto con sus padres y hermanos. Un intento por recuperar aquella montaña feraz y auténtica, y aquel mar bravo,
aquella costa mediterránea aún en muchos lugares virgen. La belleza de sus obras y la excelencia de la técnica de realización son meros complementos a aquel esfuerzo por analizar los ventrículos
de la memoria. Desde estas consideraciones su obra cobra toda su significación: tras aquel mar y aquellos bosques se vislumbra el inmenso edificio del recuerdo. Y en esa búsqueda en el bosque de
la memoria radica la verdad ínsita de su arte.